En este artículo nos proponemos dar un repaso del patrimonio hidráulico del Rincón de Ademuz, auténtica riqueza de nuestra comarca, que conforma una compleja red hídrica de acequias, azudes, molinos, canales, acueductos e infraestructuras dedicadas al uso del agua. El Rincón de Ademuz ha estado vinculado desde sus primeros pobladores al eje que atraviesa la comarca de norte a sur, el río Turia, en ocasiones denominado río Blanco por el color de sus aguas. Resulta un eje vertebrador y motor económico desde la antigüedad, donde se asienta la mayor parte de la población.
Junto al río Turia destacaremos los afluentes que descargan sus aguas en este tramo, comenzando con el río Riodeva, que por su margen izquierda y procedente de la Sierra de Javalambre marca el límite geográfico con Aragón. Su curso de agua, en ocasiones intermitente, surge en un bello paraje del municipio turolense de Riodeva, llamado amanaderos, en una cascada de 22 metros con aguas cristalinas y heladas, cuyo recorrido hasta el Turia traza un tajo en la geología del terreno, rodeado de paredones y equipado para los amantes del barranquismo.
El segundo afluente que nos encontramos, desemboca en el Turia por su margen derecha, el río Ebrón, que procedente de la serranía de los Montes Universales, de caudal siempre permanente, en periodos de sequía extrema abastece al Turia de su único caudal, haciendo valer su topónimo del pequeño Ebro. Antes de atravesar las tierras valencianas forma un precioso paraje en el municipio de El Cuervo (Teruel), llamado los estrechos del Ebrón, cuyas limpias y cristalinas aguas deleitarán a cualquier visitante que se acerque a gozar de la tranquilidad de su entorno.
Por último, y no menos importante, también por su margen derecha desemboca el río Bohilgues, que naciendo en el municipio Vallanca, y socavando el murallón de la meseta del “Pinar Llano”, atraviesa una de las rutas más interesantes y conocidas del Rincón de Ademuz, el paraje de La Hoz, paraíso de senderistas y amantes de la naturaleza, conforma uno de los caudales continuos más ricos de la Comunidad Valenciana, que saltando de poza en poza alberga en sus aguas especies emblemáticas y prácticamente extintas en la geografía valenciana como son el cangrejo autóctono y la trucha común.
A parte de los 3 cursos de agua continuos, existen otros tantos cursos de agua intermitentes, algunos de los cuales vierten al Turia una enorme cantidad de agua procedente de las tormentas que suelen batir esta comarca montañosa. Los procedentes de su mitad este son barrancos encajados y profundos que atraviesan las estribaciones de Javalambre, como la Rambla del Val que tras atravesar las aldeas de Mas del Olmo y el Val de la Sabina desemboca en Ademuz, y el Barranco de Sesga que naciendo en la Sierra Tortajada, atraviesa la aldea de Sesga y desemboca en Casas Bajas. En su mitad oeste destacan la Rambla del Val del Agua, que naciendo en el paraje de pinturas rupestres del abrigo de las Lomas de Abril, en “El Rodeno” de Castielfabib, desemboca en el Turia en la aldea de Mas de Jacinto. Le siguen la Rambla de La Virgen que desemboca en Ademuz, y los altos paredones que forma el Barranco de Negrón desembocan en el río Bohilgues en las proximidades de Ademuz. El resto de cursos de agua son sumamente intermitentes y cortos, pese a que en los 370 Km2 de superficie que conforman el Rincón, y debido a sus características geológicas y pluviométricas, es frecuente encontrar manantiales y fuentes diseminados por toda su geografía.
ADEMUZ: fuente Vieja, fuente del Tío Juan Manzano, fuente de Mas del Olmo, fuente de Sesga, fuente del Val de la Sabina, fuente de Vallurgo, etc…
Se hace necesario destacar el Museo de Interpretación del Agua que encontraremos en el “Molino de la Villa” junto a la fuente Vieja, también llamada fuente de los Siete Caños por el número de surgencias, formando un conjunto de fuente, abrevadero y lavadero público en torno a una placeta enlosada que sombrea un monumental plátano oriental (Platanus orientalis). Este edificio medieval, junto con el “Cubo de José el Maroto”, también musealizado, en el casco urbano y la “Tejería de la Vega”, más cercana al Turia, forman parte de este patrimonio preindustrial restaurado y conservado en Ademuz que, junto con el de Sesga, recibió, en 2011, el primer premio “Europa Nostra”.
En la fuente de Sesga distinguimos el conjunto hidráulico formado por la fuente, el abrevadero, el lavadero, el batán, las acequias y el balsón, unido a otros elementos de gran valor etnológico como la tejería, dos hornos de yeso, o la “Escuela-Horno-Barbería”. Posee dos caños por los que cae el agua a la pila, el agua rebosa por una hendidura al primer gamellón, el segundo es más estrecho y se halla en el extremo, entre ambos hay una estructura cuadrangular denominada «ventanica», que sirve como punto de limpieza. Las hendeduras laterales de la «ventanica» tienen distinta profundidad, de forma que el agua solo pasa del primer gamellón a la «ventanica» cuando está muy lleno, por lo que el agua de los gamellones permanece siempre limpia: «Nadie que comprendiera el funcionamiento del abrevadero acudía al caño original a limpiarse, sino que se dirigía a la ventanica».
CASAS BAJAS: fuente de las Covatillas, fuente del Pozo Salado, fuente del Pozuelo, fuente Vieja, fuente de Cambretas, etc…
La fuente del Pozo Salado es una curiosa surgencia de agua salada con propiedades medicinales que abastece la piscina municipal.
La fuente vieja, fuera de la población en el margen contrario del río Turia, consta de un conjunto de lavadero y fuente pública, que se ha restaurado en fechas recientes (2009), respetando su estética original, constituyendo una buena muestra de recuperación de la arquitectura vernácula.
CASAS ALTAS: nacimiento de La Balsa, fuente Bellido, fuente del Hontanar, fuente del Inarejo, fuente del Tornajo, etc…
La fuente del Tornajo, situada dentro del pueblo tiene dos caños, uno de agua potable y otro de agua salobre. Tradicionalmente, la fuente constituyó un espacio para el abastecimiento público de agua, con pilón y abrevadero para animales. El nombre alude a lo que antiguamente era una sencilla fuente con una canal a modo de abrevadero vaciada en un tronco de árbol, que no otra cosa significa «tornajo», sustituyéndose posteriormente por los actuales gamellones, el primero de piedra y el más extremo de mampostería enlucido con cemento. Lo más notable son los paneles cerámicos enmarcados por ladrillos azules que la adornan, sobre un fondo de azulejos blancos –obra del ceramista valenciano Juan Sanchis Zamora-. Se representa la Santísima Trinidad, patrona del municipio, junto con escenas de la vida rural, como la recogida de la manzana tan importante en estas tierras, una escena de trilla con dos mulos con collerón en una era y la tradicional plantá del chopo en la plaza, rito atávico que tiene que ver con el agua y su poder fecundante, para su posterior retirada la noche del 14 de Agosto.
Destacaremos también el paraje natural municipal al que da nombre la fuente Bellido, con elementos de arquitectura tradicional de piedra en seco, como las barracas de falsa cúpula, construcciones protohistóricas de tradición celta, y los muros de soporte de las antiguas terrazas de cultivo en las laderas.
A su vez, en este municipio encontraremos varios pozos-aljibe en el paraje de La Ferriza (zona de especial protección para las aves), pozos artesanos que sirven para retener el agua de arrastre procedente de la lluvia.
CASTIELFABIB: fuente de Casas Quemadas, fuente de la Clareta, fuente de la Nava, fuente de Tóvedas de Arriba, fuente del Abrevador, fuente del Hontanar, fuente del Juncar, etc…
De este municipio-fortaleza no podemos destacar otra cosa que la abundancia y riqueza de las aguas del río Ebrón. Posee una longitud de 21 km, con una extensión de cuenca de 244,9 km² y una pendiente total de 715 m, siendo su principal característica la regularidad de su cauce y abundante caudal, propiciado por las aportaciones del gran acuífero de Albarracín, las abundantes precipitaciones medias en su cuenca, su paso por terrenos calcáreos no áridos y el poco uso que se hace de sus aguas en Aragón. Históricamente contó con un buen número de molinos harineros, algunos que se remontan al siglo xiii, como el molino de la villa de Castielfabib. Entre otras instalaciones industriales, hubo también en un batán y una fábrica de papel.
PUEBLA DE SAN MIGUEL: fuente de Abajo, fuente de Arriba, fuente de Castello, fuente de la Canaleja, fuente de la Hoya, fuente de la Quadraleja, fuente de la Zarza, fuente de las Blancas, fuente de los Huertos, fuente del Pomar, fuente del Rey, etc…
La fuente de Arriba, también conocida como fuente del Gamellón en relación al largo abrevadero que posee, luce en su frontis un plafón cerámico con la imagen de san Antonio Abad, obra de V. Manzano, 1949. Por detrás de la fuente, puede verse un monumental ejemplar de encina, la “Carrasca de los Huertos del Coronel” (N.º catálogo: 128).
La necesidad de un adecuado aprovechamiento del agua, en esta zona de escasa pluviosidad, da lugar a un complejo hídrico con fuente, abrevadero para el ganado y lavadero tradicional, que tras dar servicio a estas tres construcciones, el agua sobrante se aprovecha para riego de una zona hortícola situada barranco abajo.
TORREBAJA: fuente de la Estrella, fuente de los Pobres, fuente del Armajal, fuente Pedorra, etc…
A la salida de la población, junto al camino viejo de Ademuz a Teruel, se sitúa la fuente de Los Pobres. En sus inmediaciones existió un antiguo edificio municipal, hoy desaparecido, destinado a albergue, utilizado por los pobres y transeúntes del camino.
En la entrada del término, y aprovechando las cristalinas aguas del río Ebrón, nos encontramos con la piscifactoría de Torrebaja, una instalación de producción de trucha arco-iris en circuito abierto, con aireación natural por cascada, y balsa de decantación para la eliminación de residuos.
VALLANCA: fuente de Fuencaliente, fuente podrida, fuente de la Teja, fuente de los Caños, fuente del Chopo, fuente del Canalón en Negrón, fuente del Romero, etc…
Vallanca por su cercanía al acuífero de los Montes Universales y su quebradiza orografía, resulta ser el municipio más rico en fuentes de todo el Rincón de Ademuz. La fuente de Fuencaliente abastece también de agua potable a la población de Ademuz. La fuente Podrida recibe su nombre debido al olor fétido a huevos podridos que emana de sus aguas por su contenido sulfuroso, cuyo barro que está indicado en el tratamiento de algunas afecciones cutáneas como eccemas y alergias y las aguas para afecciones de las vías respiratorias
Entre su rico patrimonio arquitectónico, conserva un gran conjunto hídrico compuesto por tres antiguos molinos, entre los que se encuentra el “de la Villa”, del XVI, uno de los más antiguos de la comarca, la antigua “Aguardentería” o el “Lavadero”; también un buen número de fuentes, como la de La Teja o las del “Chopo” que recibe el nombre del gran álamo situado frente al manantial, el mayor de la Comunidad Valenciana, y la de “Negrón”, ya en la pedanía vallanquense.
El agua posee una arquitectura variada y compleja que responde a su carácter multifuncional y a su diversas formas y manifestaciones. El carácter polifacético del agua permite entenderla como agente y sinónimo de vida, en el caso de los pozos, las fuentes, los abrevaderos o las acequias de riego; como agente conservador, en el caso de las salinas y los pozos de nieve; como fuerza motriz, en el caso de los molinos harineros y papeleros; como agente de limpieza, en el caso de los lavaderos y los batanes; como obstáculo a salvar, en el caso de los puentes; como vehículo de transporte, en el caso de los gancheros.
En la entrada norte de la villa de Ademuz, pasaremos por la zona donde se encuentra el “Molino Nuevo”, apeadero, en su día, de esos troncos que conducían los audaces gancheros del Rincón hasta la capital. Se trata de un modo de transporte fluvial para la conducción de troncos de madera a los lugares que precisaran ese material, que eran transportados por flotación, conducidos por cuadrillas de gancheros. Ayudándose únicamente de el gancho, pértiga de madera de hasta tres metros de largo y de distinto grosor en sus extremos, que incorporaba un gancho -simple o doble- en uno de los cantos de la citada barra, y una punta de hierro con la que cogían u orientaban los troncos que amenazaban con dispersarse. Eran también conocidos como ‘pastores de palos’, pues su trabajo evocaba la trashumancia. Ademuz y sus villas contaban en su padrón con una buena cuadrilla de gancheros, linajes familiares que desempeñaron aquel oficio tan arriesgado como duro en el que podía perderse la vida, cuya pericia proporcionó grandes cantidades de madera, tanto para la construcción, como para la realización de muebles, barcos, carros, herramientas, puentes, retablos y cajas de órganos a la capital del Turia. Teodoro Llorente escribía en 1889: «Gente sobria y valiente, de tostado cutis y músculos de acero, de aspecto semiarábigo y semieuropeo, vistiendo tosco y acampanado sombrero de negruzco fieltro, fuerte chaquetón de paño pardo, voluminosa faja y cortos zaragüelles de lienzo blanco, y empuñando el gancho de su oficio ese montón de troncos que a cada instante amenaza con peligroso embarrancamiento. Por un mísero estipendio de tres reales y medio de jornal en dinero, cuarenta onzas de pan negro, una de aceite y media azumbre de vino, pasa tres o cuatro meses aquella pobre gente viviendo como anfibios, a la orilla del río o dentro de él».
El patrimonio hidráulico más destacable de nuestra comarca, debido a su estrecha relación con los cursos de agua, son los molinos. Recurso compartido con la agricultura de regadío tradicional y de subsistencia. Surgieron en el período de dominación musulmana y se expandieron territorialmente durante los siglos XVIII y XIX. El crecimiento demográfico tuvo como consecuencia una creciente demanda, pues las necesidades alimenticias aumentaron y en este contexto fueron apareciendo nuevos establecimientos hidráulicos dedicados en su mayoría a la transformación de los productos agrícolas, es decir, la producción de harinas panificables y en menor medida piensos para el consumo del ganado. Su posterior declive, como en la mayoría de los municipios del interior, culminó con el éxodo hacia las grandes urbes a partir de la mitad del siglo XX.
El río Boilgues, o río de Vallanca ha permitido la construcción de más artefactos hidráulicos en sus márgenes que ningún otro río comarcal, incluido el Turia. La mayoría de los artefactos están en pie y se encuentran en relativo buen estado, así como sus respectivas maquinarias debido a notables iniciativas públicas dirigidas a la reconstrucción, recuperación o conservación de estos referentes de nuestra industria rural. Así podemos enumerar la recuperación del Molino de la Villa, en Ademuz, del Molino de Casas Bajas, en Casas Bajas, el Molino de la Tosquilla, en Vallanca y el Molino de la Villa, en Castielfabib. Asimismo, son reseñables los trabajos en el ámbito privado para la rehabilitación como casa rural y molino hidráulico del antiguo Molino del Señor que, aunque por lo común se ha asociado con la población de Torrebaja. Del mismo modo es significativo el grado de conservación alcanzado en otros casos, debido fundamentalmente a la iniciativa privada, como son los casos de los molinos de los Bizcos y de Villaescusa, en Vallanca, Molino Nuevo y Molino de Efrén, en Ademuz y Molino del Barranco Hondo, en Castielfabib. Paradójicamente, algunos de los molinos considerados como los precursores de la molinería tradicional en la comarca, como el de la Villa en Vallanca y el Molino de los Cuchillos, en Ademuz, se hallan en una situación muy deteriorada.
A mediados del siglo XVIII, la comarca contaba con cuatro molinos harineros y un batán en la margen izquierda del río Ebrón, con toda probabilidad en la trayectoria de la acequia de Castiel o de Peñarrubia, demolido hace años no queda prácticamente ningún indicio de su existencia. El lugar era conocido como el Batán de Castielfabib y su tipología funcional estaba relacionada con el abatanamiento o encurtido de piezas tejidas con la lana de los numerosos rebaños de ovino que hubo en la comarca, aprovechando la fuerza hidráulica para mover el sistema de levas y mazos que golpeaban el tejido empapado en agua y al que habían añadido algún producto desengrasante, por lo general arcillas, hasta conseguir el encurtido de la lana. También existía un batán en la acequia del Matadero, en el Bohilgues, el Molino de la Villa, que fue el primer molino de Vallanca y uno de los cuatro más antiguos de la comarca, datado de mediados del siglo XVIII.
A mediados del siglo XIX la comarca contaba con un número de molinos harineros no inferior a catorce. A finales del siglo XIX, concretamente en 1887, se procedió a levantar el último molino harinero de la comarca, el Molino de San José, en Torrebaja. Las mejoras de las infraestructuras en materia de comunicaciones y la presencia de centrales eléctricas que remitían su energía hacia la vecina provincia de Teruel, nos permite afirmar que a partir de 1920 parte de la producción de cereales que se molturaba debió dirigirse hacia las nuevas fábricas harineras instaladas en la capital turolense. En este sentido cabe destacar la construcción de los últimos patrimonios hidráulicos modernos de nuestra comarca, que son la central hidroeléctrica de Castielfabib y la de Vallanca.
La central de Castielfabib fue construida en 1914, estuvo en funcionamiento hasta 1986, fecha en la que fue derribada para levantar una nueva central hidroeléctrica a unos cincuenta metros del antiguo emplazamiento. La energía del salto llegó a alcanzar los 1.365 c.v., y la producción de luz estaba cifrada en 750 Kw/h. Prácticamente sobre los cimientos de La Central, la empresa Teledinámica Turolense, S.A., de Teruel, construyó en 1986 la nueva fábrica de luz, que denominó Central Eléctrica de Castielfabib, que alcanzaba en el momento de su puesta en funcionamiento los 1.300 Kw./h., es decir 550 Kw./h. más que la anterior. La centralilla de Vallanca, junto al casco urbano, se mantuvo operativa hasta los años 50, cuando inició su producción la central eléctrica de Nuestra Señora del Milagro, emplazada aguas abajo. En 1953 la potencia del salto era de 550 Kw/h. Su estado de conservación es bueno, e incluso mantiene en muy buen estado la tubería del salto, que desciende hasta el semisótano de las turbinas desde un desnivel de unos 70 metros de altura.
También cabe destacar, aguas abajo de la central eléctrica de Castielfabib, existió un artefacto para la fabricación de papel con la denominación popular de Molino de Papel (Castielfabib). Sus comienzos como molino papelero se remontan a fechas anteriores a 1776. Con el tiempo, a comienzos del siglo XIX, cambió de tipología funcional, sustituyendo la maquinaria de mazos para triturar trapos y hacer pasta de papel por las muelas de molino harinero, función que mantuvo hasta algo más del primer cuarto del siglo XX. Hoy el molino ha desaparecido.
No solo se construyeron molinos en los cursos de agua continuos, sino que en algunos casos, aprovechando el carácter perenne de los curso de agua de las ramblas, se construyeron también molinos en la rambla del Regajo de Arroyo Cerezo y el molino de Los Cuchillos en la rambla del Val, integrado en un paraje natural de gran belleza, que movía un par de juegos de muelas francesas con el agua que captaba desde un azud propio sobre el lecho de la rambla. En este sentido destacan otros elementos de la arquitectura del patrimonio hidráulico del Rincón relacionados con la captación (azudes y presas), el transporte y la conducción (acequias, acueductos, partidores), o el almacenamiento del agua (balsas y cisternas). La distribución de artefactos hidráulicos de la comarca según la modalidad de abastecimiento, muestra destacadas diferencias: de los 25 artefactos censados, 21 tienen azud en alguno de los ríos de la comarca, otros tres fueron alimentados con agua de rambla (los dos de Arroyo Cerezo y el de Los Cuchillos) y uno mediante manantial (Molino de la Villa en Castielfabib, del manantial de la Poza en El Cuervo -Teruel-). A modo resumen, llegaron a funcionar 11 artefactos en el río Bohilgues, 8 en el Ebrón, sólo dos en el Turia y ninguno en el Riodeva.
Por último, y no menos importante, destacaremos los lavaderos, tradicionalmente públicos en el Rincón de Ademuz, han sido espacios comunes que suelen verse junto a las fuentes y abrevaderos. Los lavaderos están asociados al trabajo de las mujeres de la casa, que en la sociedad tradicional eran las encargadas del lavado de la ropa. Era un espacio para la socialización y el comadreo, hasta el punto que la presencia de un varón era mal vista, el mujerío local podía aquí conversar con cierta libertad, y en algunos casos limpiar la conciencia y aliviar las penas.
Así mismo estaba asociado a la fabricación del jabón casero, cuya elaboración se hacía en el ámbito doméstico y estaba basado en aceites y grasa de origen animal, sosa caustica y agua. Se ha venido usando tradicionalmente el jabón de aceite, sebo, tocino rancio o grasa animal. Se producía artesanalmente en casa y, en muchos casos, se sigue fabricando y empleando tanto para la ropa como para uso personal. Las proporciones de una “amasada” de jabón podían ser, aproximadamente, un kilogramo de sosa cáustica (en escamas como en polvo), seis litros de agua y seis litros de aceite o grasa. El aceite provenía, bien de las almazaras, bien del reciclado del aceite de fritura. Se mezclaban el aceite, el agua y la sosa cáustica en un caldero o en un recipiente de cerámica esmaltado, removiendo durante una hora aproximadamente bajo el fuego hasta que se espesaba la mezcla. Esta mezcla espesa se vertía dentro de un cajón de madera recubierto de trapos, que se tapaba con otro trapo y se dejaba enfriar. Antes que se endureciera del todo, se extraía la masa del cajón y se procedía a cortar las pastillas en un formato de uso doméstico con un cuchillo o alambre. Con el tiempo se fueron introduciendo algunas variantes en este proceso, como el añadido de un poco de jabón comercial en la mezcla inicial para blanquear la masa resultante, o la incorporación de polvos de talco en la mezcla para acelerar el proceso de secado. Asimismo, dado que la sosa cáustica terminaba por atacar el esmalte de los recipientes de cerámica, se fueron sustituyendo éstos por palanganas de zinc.
Respecto al uso del recinto, cabe pensar que las mujeres lo utilizaban por orden de llegada, poniéndose en los lugares de su preferencia, aunque siempre eligiendo los puestos de cabecera, pues el agua corría de la cabecera a los pies, aunque desconocemos la existencia de normas escritas para uso del lugar. Las mujeres lo utilizarían basándose en el sentido común y el respeto, sabiendo que aquellas usuarias en cuyas casas había personas enfermas debían ponerse para lavar en las zonas inferiores, a los pies de las pilas, en aras de la salubridad. Los lavaderos eran espacios comunes, que además de su uso principal servían a la socialización y el comadreo, allí se hacía el comentario de los asuntos del vecindario y se divulgaban noticias locales y foráneas, protegidas las usuarias de las inclemencias climatológicas. Durante siglos sirvieron a estas necesidades, y ello fue así hasta los años sesenta del pasado siglo, cuando estos espacios se abandonaron por la llegada del agua corriente a las localidades, primero para el abastecimiento de fuentes públicas con agua potable, y posteriormente a las viviendas particulares para el uso doméstico. El abandono en el uso de estos espacios ha corrido parejo a la emigración y el vaciamiento del pueblo, fenómeno vinculado a la crisis agrícola territorial iniciada a comienzos del siglo XX y que ha llevado al abandono de la agricultura como motor económico principal.
Existen numerosos ejemplos de esta arquitectura vernácula a lo largo y ancho de toda la comarca, su conservación, restauración y mantenimiento constituye una necesidad histórica y social, dado que forman parte del patrimonio arquitectónico local.
Como habréis podido comprobar, en el Rincón de Ademuz son numerosas las pruebas y vestigios de un patrimonio caracterizado por su valor histórico y cultural en el uso del agua. Disfruta de los elementos del patrimonio que encontrarás en tu camino y cuídalos, ya que representan la historia de una comarca. El agua, elemento clave para la subsistencia de la vida, es un bien prioritario en esta zona de montaña, por ello, aprovéchala adecuadamente y respeta la actividad tradicional de los habitantes de la zona y los elementos que la sostienen. Te animamos a navegar por las vías fluviales que tajan este abrupto territorio; por los paisajes del agua de este gran parque natural; por la importante red hídrica y todas aquellas estructuras que la sostienen, como los molinos medievales, abrevaderos, lavaderos, acueductos, puentes, fuentes, acequias, etc. Espacios que junto a otros, como los hornos, almazaras, cubos, también ligados a la arquitectura del agua, encontramos en la mayoría de las poblaciones, constituyendo un patrimonio etnológico riquísimo y singular, ligado a la memoria.
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